Todos aquellos conceptos que asimilamos como normales en la cotidianidad de nuestra vida, aquí, en muchos casos, pierden su utilidad.
Si digo calle, rápidamente cada uno piensa en la suya, o en una general, con aceras y bordillos, farolas o parquímetros, es igual, el concepto “calle” es para todos el mismo; incluso para barrio sésamo.
Las frases que salen de las casas, son las mismas (aquí y allí), que hemos escuchado nosotros, e igual se repiten ahora: - niño no salgas a la calle sin mirar que te puede atropellar un carro.
Sólo que aquí, ésta es nuestra calle, y este nuestro portal.
Y la casa, preciosa, nos obliga a superarnos cada día.
Desde el limpiar (bendito invento la fregona y el escurridor) barrer es lo mismo, pero trapear….trapear es otro cantar (entendiéndose por trapear, pasar una toalla empapada, agarrada o enganchada a un palo, por el suelo) que si bien pueda parecer fácil, nada más lejos de la realidad, el trapo se ensucia fácil, y escúrrelo y límpialo manualmente, y cuando medianamente, y esto es optimismo, engánchalo al palo y que no se caiga a la mitad de la pasada.
Por no hablar del mantenimiento de las letrinas, con cuyos desechos, se supone debiéramos hacer abono. O de la pila de agua (acopio y reparticiones).
La despensa y las alacenas, son algo realmente importante. Los dos primeros días nos quedamos sin comida por dejarla encima de la mesa. Vacas, perros y gallos hambrientos, que aunque parezca imposible, tienen sus buenas mañas.
En fin, cada día es un reto, y los vamos superando, con gran jolgorio para la comunidad, con cada una de nuestras desventuras.
En un mes, seremos como autóctonas. Seguro.
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